
Pareces tranquilo mientras yo encorvo mi rostro.
Vomito aguas que ni siquiera ves…
Tu mano roza el sitial donde mis pies descansan
mientras una luna convexa solloza estrellas.
Guardo la apariencia de una fiel esposa
pero contengo el secreto de las aves migratorias.
Aún es temprano para que escupas picos.
Debes esperar a que maduren tus vendas;
allá en el estío de este invierno adverso.
Si volvieras tu espalda
al lugar de tu asombro
verías el fuselaje eterno que me cubre...
Mientras la noche cae
recuerda que;
“Soy el lecho de tu cuna
y también el de tu sepultura.
No me iré de tu lado
hasta que tus picos surjan…”
Demasiados rostros se esconden en mí.
Poco a poco el tuyo me pertenece…
Haz que emerja tu otro ser
antes que yo te dé la muerte.
Si volvieras tu espalda
al lugar de tu asombro…
Rosario Sabariego
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